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sábado, 25 de março de 2017

Coluna Gente Fronteiriça - Historias del Frente en Río Branco

1984 después de la gran creciente - "Solo se salvó el Frente"- Foto Alter Pereira

Por Lalo Larregui

En 1989, dejada atràs la dictadura, enfrentàbamos acà en Rìo Branco la primera campaña electoral con libertades absolutas.

Si bien cinco años antes, también la militancia frenteamplista había actuado con la euforia que significaba la legalidad recién recuperada, el hecho de tener a nuestra principal figura, el General Seregni inhabilitado de participar en la contienda electoral, al igual que muchísimos otros dirigentes de primera línea, había dejado un sabor amargo en muchos de los militantes, que habían esperado tantos años para volver a votar la alternativa del cambio.

1989 al contrario, era distinto. Pese a que a principios de ese año, la muerte se había llevado a dos íconos frentistas, como lo fueron Zitarrosa y Sendic, y a que en marzo el Partido por el Gobierno del Pueblo, sector mayoritario en 1984, había decidido escindirse del conglomerado, las expectativas eran otras. Seregni volvía a ser el candidato, formando fórmula con una figura hasta hacía poco desconocida, proveniente del medio académico, que en su corta trayectoria política nos había deslumbrado con su carisma: el contador Danilo Astori. Atendiendo a sus extraordinarias cualidades intelectuales y técnicas, a su contundente y convincente discurso, sabiamente la dirigencia resolvió que Danilo encabezara todas las listas al senado, para asegurar su presencia en la cámara alta parlamentaria.

Por otra parte, se percibía que lograr el gobierno de Montevideo estaba al alcance de la mano. Quien disputaría el mismo, frente a los múltiples candidatos colorados y blancos, eternos gobernantes de la intendencia capitalina, era un médico joven, hijo y nieto de obreros, nacido y formado en uno de los barrios más humildes, La Teja, y que desde muy temprana edad se había destacado en la zona por su lucha en favor de los más humildes: Tabaré Vázquez.

Si bien la derrota en el plebiscito contra la ley de caducidad, el dieciséis de abril, nos había golpeado fuerte, con vistas a las elecciones de noviembre nos dedicamos por entero a la militancia. Tal cual se había hecho en 1971 y 1984, en el único comité existente todos los sectores trabajamos en forma unitaria, sin puja interna, en un ambiente de sano y real compañerismo.

Fachada de la Capilla San Juan Bautista
Foto Alter Pereira
En la campaña del ochenta y cuatro, comenzada pocos meses después de la terrible inundación que asolò nuestra ciudad, vivimos momentos de inolvidable emoción. Y muchos pintorescos. A modo de ejemplo, las aguas desbordadas del Yaguaròn habían echado abajo la iglesia de la zona comercial, quedando en piè únicamente la fachada. Entre Alter Pereira, católico y militante incansable, y una monja que se habìa integrado al comité, idearon la frase “SOLO SE SALVÒ EL “FRENTE”, para pintarla en la fachada de la capilla. Lo hicimos al poco rato…

En ese marco, a principios de noviembre, cuando ya estábamos en la recta final, decidimos hacer el acto de cierre de campaña, un sábado a la tardecita. Desde Montevideo vinieron, para hacer uso de la palabra el diputado Juan Pedro Ciganda, del Partido Comunista, y Alba Clavijo, una histórica y combativa dirigente del Partido Socialista. También desde Melo vinieron múltiples personalidades, con el cometido de brindarnos apoyo.

Nuestro local, de escasos seis metros cuadrados, estaba ubicado a veinte metros de la calle principal, formando parte de una casa de inquilinato. Previendo que íbamos a tener una concurrencia numerosa, solicitamos el permiso correspondiente para llevar a cabo el comicio en la esquina, cortando el tránsito de la vía más transitada. Cuando estábamos en plena tarea del armado del estrado, vimos con alarma, que comenzaba a formarse una tormenta de proporciones.

Negros nubarrones fueron oscureciendo el cielo, a la vez que relámpagos y truenos anunciaban la inminencia del aguacero. Con muchos otros chaparrones encima, no nos amilanamos ante este que se veía venir. Por lo tanto, seguimos montando el escenario, tendiendo cables, colocando parlantes, luces, en fin, toda la preparación para tan magno acontecimiento.

En eso estábamos, cuando acertó a pasar por el lugar el caudillo local José Luis Rodríguez, ex diputado por el partido Nacional, íntimo amigo de Luis Alberto Lacalle, y en ese entonces con una enorme fuerza electoral en la localidad.

Al vernos e identificar a algunos conocidos, paró su auto, bajándose para saludar a quienes trabajábamos. Dado que su agrupación contaba con un amplio local, puso éste a las órdenes: “Miren, muchachos, el agua no demora. Si quieren hacer el acto en nuestro local, el mismo está a las órdenes. No tienen más que ir”. ¡Qué demostración de diplomacia! Realmente, digna de un aplauso....

Le agradecimos el ofrecimiento, como no podía ser de otra manera. Y seguimos con nuestra tarea, mientras arreciaban los truenos y relámpagos.

Hasta que, finalmente, cuando estuvo todo pronto y la concurrencia había llegado, comenzó la parte oratoria. No habían transcurrido cinco minutos, y el diluvio se desató.

Ahí dio comienzo otro episodio con características surrealistas. Resulta que nuestro arrendador del localcito, Gregorio Gramajo, ex maestro, hombre de una vida entera de lucha en el partido colorado, había abierto un comité de Pacheco Areco, en un gran salón que habitualmente funcionaba como restaurante, a la vuelta de donde estaba el nuestro. Al vernos desesperados, se dirigió a nosotros, y en una formidable demostración de caballerosidad, de buena vecindad, de tolerancia, nos invitó a continuar en su local partidario. Allí fuimos todos. Con nuestras banderas, con todos nuestros símbolos, nuestras consignas, cantos, eslóganes...nuestros “Che” Guevara. “Patria o muerte”... Y con los oradores.

Rodeados de fotos de Pacheco, de Pirán, de Batlle y Ordóñez, de Sanguinetti, de cartelería del partido que Fructuoso Rivera fundara y que en ese momento gobernaba, Ciganda, Alba Clavijo y los compañeros de Melo que hicieron uso de la palabra, no ahorraron críticas hacia ambos partidos tradicionales, y muy especialmente apuntaron sus municiones en dirección a varios de los personajes que, desde las fotografías, observaban impertérritos como eran atacados. Y como festejábamos esos ataques.

Así, mientras afuera el diluvio era bíblico, adentro, apretujados, sudorosos, enfervorizados, en ese clima de irrealidad, cerramos la campaña de ese inolvidable año electoral.

Si la actitud de José Luis Rodríguez era para aplaudir, la de Gramajo mereció un monumento.

Pocos días después, fueron las elecciones. Como estaba previsto, ganamos Montevideo por primera vez para la izquierda. En todo el país, el Frente Amplio volvió a ser la tercera fuerza. En Río Branco, repetimos el guarismo de doscientos y pocos votantes, igual que en las dos elecciones anteriores, manteniendo el promedio de siete u ocho votos por circuito.

Pasados quince años, nos sacude este presente. El médico tejano, convertido en líder nacional, ocupará el sillón presidencial con un respaldo popular pocas veces visto. Acá en Río Branco, en 1994, dejamos de ser doscientos para llegar a seiscientos. Y en 1999 saltamos a más de dos mil.

Actualmente, por más buena voluntad que tenga algún dirigente de los partidos tradicionales para darnos albergue en caso de temporal, no creo que disponga de un local cerrado donde entremos los cuatro mil y pico que en la noche del último domingo, izamos con orgullo, emocionados hasta las lágrimas, la bandera de Otorgués, dándole una calorosa bienvenida a este nuevo tiempo que ya comienza para nuestra patria...

Escrito en noviembre de 2004

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