1984 después de la gran creciente - "Solo se salvó el Frente"- Foto Alter Pereira |
Por Lalo Larregui
En
1989, dejada atràs la dictadura, enfrentàbamos acà en Rìo Branco
la primera campaña electoral con libertades absolutas.
Si
bien cinco años antes, también la militancia frenteamplista había
actuado con la euforia que significaba la legalidad recién
recuperada, el hecho de tener a nuestra principal figura, el General
Seregni inhabilitado de participar en la contienda electoral, al
igual que muchísimos otros dirigentes de primera línea, había
dejado un sabor amargo en muchos de los militantes, que habían
esperado tantos años para volver a votar la alternativa del cambio.
1989
al contrario, era distinto. Pese a que a principios de ese año, la
muerte se había llevado a dos íconos frentistas, como lo fueron
Zitarrosa y Sendic, y a que en marzo el Partido por el Gobierno del
Pueblo, sector mayoritario en 1984, había decidido escindirse del
conglomerado, las expectativas eran otras. Seregni volvía a ser el
candidato, formando fórmula con una figura hasta hacía poco
desconocida, proveniente del medio académico, que en su corta
trayectoria política nos había deslumbrado con su carisma: el
contador Danilo Astori. Atendiendo a sus extraordinarias cualidades
intelectuales y técnicas, a su contundente y convincente discurso,
sabiamente la dirigencia resolvió que Danilo encabezara todas las
listas al senado, para asegurar su presencia en la cámara alta
parlamentaria.
Por
otra parte, se percibía que lograr el gobierno de Montevideo estaba
al alcance de la mano. Quien disputaría el mismo, frente a los
múltiples candidatos colorados y blancos, eternos gobernantes de la
intendencia capitalina, era un médico joven, hijo y nieto de
obreros, nacido y formado en uno de los barrios más humildes, La
Teja, y que desde muy temprana edad se había destacado en la zona
por su lucha en favor de los más humildes: Tabaré Vázquez.
Si
bien la derrota en el plebiscito contra la ley de caducidad, el
dieciséis de abril, nos había golpeado fuerte, con vistas a las
elecciones de noviembre nos dedicamos por entero a la militancia. Tal
cual se había hecho en 1971 y 1984, en el único comité existente
todos los sectores trabajamos en forma unitaria, sin puja interna, en
un ambiente de sano y real compañerismo.
Fachada de la Capilla San Juan Bautista Foto Alter Pereira |
En
ese marco, a principios de noviembre, cuando ya estábamos en la
recta final, decidimos hacer el acto de cierre de campaña, un sábado
a la tardecita. Desde Montevideo vinieron, para hacer uso de la
palabra el diputado Juan Pedro Ciganda, del Partido Comunista, y Alba
Clavijo, una histórica y combativa dirigente del Partido Socialista.
También desde Melo vinieron múltiples personalidades, con el
cometido de brindarnos apoyo.
Nuestro
local, de escasos seis metros cuadrados, estaba ubicado a veinte
metros de la calle principal, formando parte de una casa de
inquilinato. Previendo que íbamos a tener una concurrencia numerosa,
solicitamos el permiso correspondiente para llevar a cabo el comicio
en la esquina, cortando el tránsito de la vía más transitada.
Cuando estábamos en plena tarea del armado del estrado, vimos con
alarma, que comenzaba a formarse una tormenta de proporciones.
Negros
nubarrones fueron oscureciendo el cielo, a la vez que relámpagos y
truenos anunciaban la inminencia del aguacero. Con muchos otros
chaparrones encima, no nos amilanamos ante este que se veía venir.
Por lo tanto, seguimos montando el escenario, tendiendo cables,
colocando parlantes, luces, en fin, toda la preparación para tan
magno acontecimiento.
En
eso estábamos, cuando acertó a pasar por el lugar el caudillo local
José Luis Rodríguez, ex diputado por el partido Nacional, íntimo
amigo de Luis Alberto Lacalle, y en ese entonces con una enorme
fuerza electoral en la localidad.
Al
vernos e identificar a algunos conocidos, paró su auto, bajándose
para saludar a quienes trabajábamos. Dado que su agrupación contaba
con un amplio local, puso éste a las órdenes: “Miren, muchachos,
el agua no demora. Si quieren hacer el acto en nuestro local, el
mismo está a las órdenes. No tienen más que ir”. ¡Qué
demostración de diplomacia! Realmente, digna de un aplauso....
Le
agradecimos el ofrecimiento, como no podía ser de otra manera. Y
seguimos con nuestra tarea, mientras arreciaban los truenos y
relámpagos.
Hasta
que, finalmente, cuando estuvo todo pronto y la concurrencia había
llegado, comenzó la parte oratoria. No habían transcurrido cinco
minutos, y el diluvio se desató.
Ahí
dio comienzo otro episodio con características surrealistas. Resulta
que nuestro arrendador del localcito, Gregorio Gramajo, ex maestro,
hombre de una vida entera de lucha en el partido colorado, había
abierto un comité de Pacheco Areco, en un gran salón que
habitualmente funcionaba como restaurante, a la vuelta de donde
estaba el nuestro. Al vernos desesperados, se dirigió a nosotros, y
en una formidable demostración de caballerosidad, de buena vecindad,
de tolerancia, nos invitó a continuar en su local partidario. Allí
fuimos todos. Con nuestras banderas, con todos nuestros símbolos,
nuestras consignas, cantos, eslóganes...nuestros “Che” Guevara.
“Patria o muerte”... Y con los oradores.
Rodeados
de fotos de Pacheco, de Pirán, de Batlle y Ordóñez, de
Sanguinetti, de cartelería del partido que Fructuoso Rivera fundara
y que en ese momento gobernaba, Ciganda, Alba Clavijo y los
compañeros de Melo que hicieron uso de la palabra, no ahorraron
críticas hacia ambos partidos tradicionales, y muy especialmente
apuntaron sus municiones en dirección a varios de los personajes
que, desde las fotografías, observaban impertérritos como eran
atacados. Y como festejábamos esos ataques.
Así,
mientras afuera el diluvio era bíblico, adentro, apretujados,
sudorosos, enfervorizados, en ese clima de irrealidad, cerramos la
campaña de ese inolvidable año electoral.
Si
la actitud de José Luis Rodríguez era para aplaudir, la de Gramajo
mereció un monumento.
Pocos
días después, fueron las elecciones. Como estaba previsto, ganamos
Montevideo por primera vez para la izquierda. En todo el país, el
Frente Amplio volvió a ser la tercera fuerza. En Río Branco,
repetimos el guarismo de doscientos y pocos votantes, igual que en
las dos elecciones anteriores, manteniendo el promedio de siete u
ocho votos por circuito.
Pasados
quince años, nos sacude este presente. El médico tejano, convertido
en líder nacional, ocupará el sillón presidencial con un respaldo
popular pocas veces visto. Acá en Río Branco, en 1994, dejamos de
ser doscientos para llegar a seiscientos. Y en 1999 saltamos a más
de dos mil.
Actualmente,
por más buena voluntad que tenga algún dirigente de los partidos
tradicionales para darnos albergue en caso de temporal, no creo que
disponga de un local cerrado donde entremos los cuatro mil y pico que
en la noche del último domingo, izamos con orgullo, emocionados
hasta las lágrimas, la bandera de Otorgués, dándole una calorosa
bienvenida a este nuevo tiempo que ya comienza para nuestra patria...
Escrito en noviembre de 2004